Archivo de la etiqueta: redacción eficaz

Verbos comodín: nada comienza, nada se emprende, todo se inicia

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El botón de «Inicio», en la esquina inferior izquierda de la pantalla de nuestro ordenador, es omnipresente.

Ojo a la palabra Inicio, que Windows nos ha colocado en la parte inferior izquierda de la pantalla de nuestro ordenador. Ahora todo se inicia y todo finaliza. Es lo que hay. Iniciarfinalizar son verbos comodín. Un verbo comodín nos aleja de la precisión en el lenguaje y hace más ambiguos nuestros mensajes.

Por ejemplo: Fecha de inicio de la prestación del servicio. O este otro: Se inicia de oficio por medio de la presente convocatoria. O este: El órgano gestor deberá iniciar el expediente de reintegroIniciar, para el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), significa comenzar, dar principio a algo. Entre los sinónimos de iniciar están: empezar, comenzar, emprender, incoar, principiar, etcétera. En el segundo y tercer ejemplos, podíamos haber escrito, mejor: comienza de oficio… y deberá incoar el expediente

Para el verbo finalizar nos encontramos en una situación parecida. Por ejemplo: El miércoles finaliza el plazo para la presentación de enmiendas. O este otro: Hace más de dos años que finalizó el plazo establecido para la transposición al Derecho nacional de la Tercera Directiva… Entre los sinónimos de finalizar están: expirar, prescribir, caducar, concluir, acabar, terminar, cumplir, agotar, finiquitar, etcétera. Podríamos haber escrito con verbos más apropiados para cada contexto: El miércoles vence (o expira) el plazo… O también: Hace más de dos años que se cumplió el plazo establecido

Si utilizamos los verbos (o las palabras) más apropiados, estaremos más cerca de la claridad. Contra la ambigüedad, precisión.

Ninguna víctima o algunas víctimas

En la violencia de género, no hay una sola víctima

¿Son eficaces los mensajes de la Administración? Con independencia de que se justifiquen tales o cuales campañas, la eficacia comunicativa es siempre obligada. Pero esa eficacia se pierde con la ambigüedad. Este cartel, firmado a partes iguales por el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad y por Save the Children, es soporte de la campaña «En la violencia de género no hay una sola víctima«. En la presentación, la secretaria de Estado de Igualdad, Bibiana Aído, dijo que, «en numerosas ocasiones los hijos y las hijas son usados por los maltratadores como instrumentos para hacer daño a sus madres«. En su contexto, pues, ya no hay duda sobre el objetivo del cartel. Sin embargo, el mensaje, en sí mismo, se presta a la ambigüedad.

Si cambio algunas palabras y mantengo la construcción, se entenderá mejor: «No hubo un solo hombre que diera un paso al frente«. Es decir, interpreto que ningún hombre dio un paso al frente. Porque si yo digo «No hubo solo un hombre…», estoy diciendo que hubo más de un hombre. Aunque esta construcción no es la más eficaz. Trasladado al mensaje del cartel y para indicar que siempre hay más de una víctima, lo adecuado hubiera sido: «En la violencia de género no solo hay una víctima«. En este caso solo funciona como adverbio (modifica el significado del verbo). Pero el redactor del lema del cartel no quería decir exactamente eso. Quería subrayar que la víctima no está sola, que está acompañada de más víctimas. Para eso, sola tiene que funcionar como adjetivo.

Hay aquí un claro problema de ambigüedad, que resta eficacia al mensaje y que no solo tiene que ver con el orden de las palabras, sino también con la negación. No es lo mismo decir «no llueve» que «hace sol«. La precisión en el lenguaje contribuye a la claridad. Y es más preciso decir «hace sol«, que decir «no llueve«. Mucho más claro, y preciso, hubiera sido: «En la violencia de género hay más de una víctima«.

Habiendo recibido, que es gerundio

Muchas veces, casi de continuo, habré de referirme aquí a las construcciones del lenguaje administrativo. Los redactores de los textos carne de boletín se empeñan incansablemente en hacer incomprensibles los mensajes. Me manda un amable comunicante un Decreto Rectoral que dispone el cese [sic] de un rector en funciones y que empieza como sigue:

Habiendo recibido el alta médica después de la reciente intervención quirúrgica a la que he sido sometido, y habiendo cesado, por tanto, la causa de suplencia por enfermedad regulada en el artículo 17 de la Ley 30/92, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común…

Si empezamos por la solución del acertijo, lo entenderemos mejor:

Después de la reciente intervención quirúrgica he recibido el alta médica. En consecuencia, ha cesado la causa de suplencia por enfermedad, regulada en el artículo 17 de la Ley…

Habiendo recibido, habiendo cesado, son gerundios compuestos (se forman con el gerundio del verbo haber y el participio del verbo que se conjuga: habiendo estado, por ejemplo). Expresan clara anterioridad a la acción. Por tanto, en el primer caso, habiendo recibido [yo, para el redactor], hay un problema de construcción: el alta médica siempre será posterior, no anterior, a la intervención quirúrgica. En el segundo caso, habiendo cesado [la causa], es una incongruencia total, porque la causa es origen y su cese el final. Siempre posterior, no anterior. El gerundio expresa coincidencia temporal (Los vi jugando en el parque) o anterioridad inmediata (Los mataron utilizando un machete) a la acción del verbo al que acompaña.

En principio, hubiera sido correcto escribir:

Al recibir el alta médica ha cesado la causa de suplencia por enfermedad…

Mantener habiendo recibido hubiera planteado además un problema de ambigüedad: ¿quién ha recibido el alta médica? ¿Yo? ¿Él? No está claro.

Como norma general, cuando hay dudas sobre su uso, es mejor evitarlo.

Decreto nombrando

El llamado gerundio del BOE es un arcaísmo: Decreto nombrando. Mejor: Decreto por el que se nombra.

Por otra parte, en el lenguaje administrativo es todavía frecuente el llamado gerundio del BOE (gerundio adjetival o gerundio especificativo): Nueva ley reformando las tarifas aduaneras… (frente a … que reforma las tarifas aduaneras); Se ha hecho público el decreto nombrando embajador en Londres a… (frente a … por el que se nombra embajador en Londres a…). Es decir, se debe sustituir el gerundio por la construcción que+verbo.

Del «auxiliar técnico de clasificación y reparto» al «oferente de empleo»

Cartero

El auxiliar técnico de clasificación y reparto (antes, cartero), en plena tarea. (Ilustración: OpenClipArt).

¿Alguien entiende qué significa eso de «oferentes de empleo«? La noticia se publicó hace unos días: «Griñán cambia el nombre a los parados por el de oferentes de empleo«. Según el diccionario, oferente es aquel que ofrece. Así que para el gobierno de la Junta de Andalucía el parado, que antes buscaba empleo, ahora lo ofrece (!). ¿Estamos ante otro ejemplo de enmascaramiento? ¿De cambiar el nombre a las cosas para despistar?. Todos tenemos muy clarito, por desgracia, lo que es un parado. ¿Pero esto de un oferente de empleo?

Por otra parte, es moneda corriente en el lenguaje administrativo la inflación de las palabras. Se sustituyen las palabras por sus definiciones, las frases se alargan y ya no se entiende nada.

Lo habitual en el lenguaje de la Administración pública es que no se utilicen las palabras del diccionario, sino las definiciones de las palabras del diccionario. De ahí que muchos decretos, órdenes y disposiciones se conviertan en verdaderos dameros malditos, donde hay que descubrir significantes a partir de los significados, que es exactamente la operación inversa a la que estamos acostumbrados a hacer para interpretar un mensaje.

Salvador, Gregorio (1990): «Observaciones sobre el lenguaje de la Administración pública», en EPOS, 6; p. 125.

Así, al Cuerpo de Bomberos se le llama Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento (SEIS); a los carteros, auxiliares técnicos de clasificación y reparto; a los vagabundos, personas en situación de precariedad con riesgo de exclusión social o económica, y a los chupa-chups, o chupachús, azúcares aromatizados con asidero de madera [sic].

Algunas sustituciones son una auténtica desgracia: profesor de EGB (maestro). Otras son, simplemente, de risa: segmento de ocio (recreo). Otras, quieren ser de lenguaje respetuoso: persona con problemas de salud mental (perturbado o loco). Otras son un abuso del lenguaje: habrá de poderse admitir (se admitirá).

Razones de cortesía pueden obligar al empleo de algunos eufemismos. Ante motivos políticos, podemos hablar de intereses espurios. En todos los casos, los alargamientos dificultan la comprensión y oscurecen los mensajes.

Dobletes y desdoblamientos

Escritora pensando

En una carta o en un correo electrónico nunca es aceptable la fórmula: Sr./Sra. D./Dña. Luis Fernández. Ilustración ClipArt ETC.

Cuando una carta, o una circular, o un aviso, o un comunicado, o un correo electrónico van dirigidos a un colectivo compuesto indistintamente de hombres y mujeres, ¿cómo hay que encabezarlo? La solución más adecuada sería la siguiente: Estimada compañera, estimado compañero…

Una fórmula poco recomendable sería: Estimado/-a compañero/-a... No hay problema para el uso de la barra, que puede indicar la existencia de dos o más opciones posibles, pero que tiene un uso más idóneo en impresos de preinscripción, matrículas, formularios, fichas, etcétera: Cuestionario para el/la alumno/-a.

Claramente inadecuada sería la fórmula: Estimado/-a compañero/-a, donde es necesaria la unificación, o por la palabra compañero, o por el morfema a, que, además, por ser de terminación debe ir precedido del guión corto; así: -a.

Por último, queda proscrito el uso de la arroba: Estimad@ compañer@

Y en todo caso, lo preferible siempre es la individualización. De manera que si me dirijo a un hombre, lo correcto es: Estimado compañero. Y si me dirijo a una mujer: Estimada compañera. En las etiquetas utilizadas para la correspondencia, cuando se individualiza la mención no es posible el desdoblamiento: Sr./Sra. D./D.ª Luis Fernández Corchado, decano/-a de…

Como observación final, los encabezamientos de textos dirigidos a colectivos siempre hay que escribirlos en singularestimadoestimada, y no estimados estimadas. La carta, o el comunicado, o el correo lo lee siempre una persona (lee para sí). Cosa bien distinta sería si tuviésemos que leer en voz alta ese mismo texto a un grupo de personas. Ahí, sí, en plural.

Correo electrónico: registro formal o informal

Mensaje e rec

El correo electrónico es comunicación escrita, por lo que está sujeto a las reglas de la expresión escrita.

El correo electrónico es peligroso. No me refiero a un daño físico, claro está. Pero tiene sus riesgos, y si no sabemos preverlos nos podemos meter en un buen charco.

Uno de los riesgos viene de nuestra prisa: ¡qué fácil es darle a Enviar!

—¡Maldita sea, no quería poner eso!

Otro riesgo viene de su carácter. El correo electrónico es comunicación escrita… ¿seguro? La comunicación escrita no se hace cara a cara. Bien. Pero en la comunicación escrita suele haber una gran distancia temporal entre los interlocutores. Aquí cambia la cosa. La inmediatez, característica de la comunicación oral, nos desconcierta y perdemos pie. En la comunicación oral podemos corregir sobre la marcha nuestras palabras. En la comunicación escrita eso es más complicado, porque no podemos borrar lo que ya hemos escrito y enviado. Y es que el riesgo, efectivamente, está en que el correo electrónico tiene las características de la comunicación escrita, pero también unas cuantas de la comunicación oral. Por ejemplo, tiende a la informalidad. Y a la ambigüedad.

En el registro formal, que es donde está el lenguaje administrativo, no son admisibles saludos del tipo ¡Hola, qué tal!, ni despedidas del tipo Besos. Es más. Estamos obligados al uso correcto de la puntuación y de la acentuación; a una expresión culta, con un vocabulario rico: a la precisión en el lenguaje. Correo electrónico no es sinónimo de informalidad.

Ley de medidas urgentes para la reforma del mercado de trabajo

Lector asustadísimo

Solo con cara de susto se podría leer algo parecido a un párrafo de 97 palabras. Leer, sí; pero entenderlo es otra cosa bien distinta.

¿Qué quiere decir exactamente el legislador? Con un párrafo de 97 palabras es difícil comprender el mensaje:

En las empresas en las que no exista representación legal de los mismos [trabajadores], éstos podrán optar por atribuir su representación para la negociación del acuerdo, a su elección, a una comisión de un máximo de tres miembros integrada por trabajadores de la propia empresa y elegida por éstos democráticamente o a una comisión de igual número de componentes designados, según su representatividad, por los sindicatos más representativos y representativos [sic] del sector al que pertenezca la empresa y que estuvieran legitimados para formar parte de la comisión negociadora del convenio colectivo de aplicación a la misma.

Nueva redacción del tercer párrafo del artículo 41.4 del Texto Refundido de la Ley del Estatuto de los Trabajadores, aprobado por Real Decreto Legislativo 1/1995, de 24 de marzo (en el artículo 5 de la Ley 35/2010, de 17 de septiembre, de Medidas urgentes para la reforma del mercado de trabajo).

Uso de la arroba @

Niñ@La arroba (@) es un símbolo y no un signo lingüístico. La RAE proscribe su uso cuando se emplea como recurso gráfico integrador en una sola palabra de las formas masculina y femenina del sustantivo: L@s alumn@s de la clase ganaron el concurso. Lo adecuado aquí sería: Los alumnos y las alumnas de la clase ganaron el concurso. En algunas ocasiones tiene un uso imposible: Día del niñ@. En este caso, la contracción del solo es válida para el masculino niño. En el DRAE únicamente se alude a su significado de peso, de capacidad y al símbolo así denominado, empleado en el correo electrónico.

«Adjunto remito» o el adjetivo oficinesco

Mensajería 4

«Le envío en archivo adjunto«, mejor que «adjunto remito archivo…». (Ilustración OpenClipArt).

Redundancia innecesaria. La palabra adjunto es un adjetivo que significa «que va o está unido con otra cosa» (DRAE). Su uso es muy habitual en los comunicados de la Administración: «Adjunto remito el informe solicitado«. En este caso se le da un uso adverbial y por lo tanto invariable: «Adjunto se envían fotocopias«. No es incorrecto, pero es mejor decir: «Le envío el informe que me ha pedido» o «les enviamos en archivo adjunto [aquí, sí] las fotocopias del expediente«, o «les enviamos fotocopias adjuntas«.