Archivo de la categoría: Arcaísmos, fórmulas y muletillas

El copia/pega es algo habitual en la Administración. Fórmulas y muletillas se perpetúan a través de los escritos sucesivos.

Fórmulas corteses no son fórmulas cortesanas

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Cortesía, sí; cortesano, no. El ciudadano quiere respeto y corrección (ilustración Bayuela).

Cortesía, sí; cortesano, no. El ciudadano quiere respeto y corrección (ilustración: Bayuela; archivo: ClipArt ETC).

Me entregaron el sobre en mano y firmé el recibí. Era una carta del Rectorado en la que se leía al final: “Se le agradecen los servicios prestados”. Una fórmula de cortesía de la Administración para comunicarte que has cesado en tu puesto de confianza. En mi caso terminaba mi etapa como jefe del Gabinete de Prensa de la UCM: «Demasiado frío«, pensé, ante lo estereotipado de la frase.

Pero así era. Solo que a mí me faltaba costumbre; entre otras cosas, porque no estaba lejano el día en que había llegado de la empresa privada, donde estos usos no se llevan.

El caso es que las fórmulas de cortesía en la Administración son, y deben ser, expresión de urbanidad y corrección. Muchas veces los ciudadanos tienen –tenemos– la sensación de que se nos recuerda con demasiada crudeza las sanciones en que podemos incurrir si no hacemos tal o cual cosa en un plazo determinado. Pero la firmeza no está reñida con la corrección y el ciudadano se merece siempre un trato amable. Aunque sea para recordarle sus obligaciones.

Algunas expresiones de suavidad son: “…es necesario interrumpir el periodo hábil de caza…”; “…es preciso, para prevenir posibles daños…”; “…resulta conveniente aplicar la regulación…”; “…por lo que se hace aconsejable la intervención…”.

En algunos casos se trata de mandatos encubiertos: “…por la presente se le invita a usted para que, en el plazo improrrogable…”; “…si atendiendo la invitación ingresase las cuotas dentro del plazo señalado…”.

Luego está la tendencia administrativa al eufemismo, para vestir con palabras amables noticias poco agradables: “…le rozó levemente con el espejo retrovisor derecho, lo que provocó un intercambio de palabras entre ambos”; “…no someterse a las pruebas reglamentariamente establecidas para comprobación del grado de intoxicación por alcohol…”; “…el recurrente fue […] invitado reiteradamente a efectuar la prueba de impregnación alcohólica en la sangre”.

Por suerte para el ciudadano, la situación inversa −es decir, cuando es él quien se dirige a la Administración−, ha de estar desprovista de cualquier connotación reverencial. Así, y para los documentos administrativos ciudadanos, se han suprimido los tratamientos honoríficos como Vuestra Ilustrísima (V.I.), Vuestra Excelencia (V.E.), Excelentísimo (Excmo.) o Ilustrísimo (Ilmo.), que se deben sustituir por señor o señora. Del mismo modo están desterradas expresiones que conlleven una posición de inferioridad como “…tiene el honor de exponer…” o “…respetuosamente suplica…”.

Claro que siempre hay maneras de entender las cosas. Cuenta el académico Gregorio Salvador que cuando él era director de Departamento en su Facultad le llegó una instancia donde “tras mucho Ilmo. Sr. y mucho Expone y mucho Suplica, concluía de este sorprendente modo: «Muchos besos de Estrella»”.

Y en todo caso, más disculpa tendrá para Estrella que para el funcionario que escribió (en forma amable, pero torpe) el siguiente texto:

Examinada su solicitud de Subsidio [sic] de desempleo de fecha… y Resultando que según certificación que Vd. ha presentado puede jubilarse en estos momentos, ya que tiene cotizaciones anteriores a 1-1-67 y por tanto no tiene derecho a subsidio para mayores de 55 años, es decir, que Vd. puede jubilarse en estos momentos.

Tal cual. O sea, subsidio, no; jubilación, sí. Fácil, ¿no?

Cuando el lenguaje enigmático se apodera de los textos administrativos

Ilustración: Bayuela.

Si el funcionario escribe para el funcionario, el ciudadano no se entera. Ilustración: Bayuela.

Ese carácter esotérico, críptico, más propio de una especie de sociedad secreta, que adquiere a veces el lenguaje administrativo se manifiesta especialmente en fórmulas y muletillas. Los funcionarios escriben para los funcionarios. Y el ciudadano, verdadero y último destinatario de los mensajes de la Administración, se convierte en un ente ajeno. Esto viene de lejos, de cuando la actitud administrativa era graciable, porque había súbditos y no ciudadanos. Las fórmulas de entonces son hoy expresiones fosilizadas, arcaísmos administrativos. Y el caso es que ahí están. Vivitas y coleando.

Consulto al oráculo Google la frase “para su conocimiento y demás efectos” y me lanza de primeras un oficio del año 2006 de la Junta de Andalucía que comienza así: “Para su conocimiento y efectos oportunos”, un ejemplo muy extendido de arcaísmo administrativo. Vale lo de “para su conocimiento”, aunque innecesario, porque va de suyo; pero es que lo de “efectos oportunos” o “demás efectos” tiene algo de enigmático, incluso de inquietante. Se trata de una fórmula-cliché, que se coloca sí o sí para marcar territorio, que sobra.

Lo de "efectos oportunos" tiene algo de enigmático, de inquietante...

Lo de «efectos oportunos» tiene algo de enigmático, de inquietante…

Y en este modelo de plantillas amoldables a todas las circunstancias, el Manual de estilo del lenguaje administrativo (MELA 1997: 142) nos trae algunos ejemplos:

-Y para que así conste y a petición del interesado…
De conformidad con lo establecido en el presente Reglamento…
Es por lo que… se le notifica…
-Contra esta resolución cabe interponer recurso de…
-Vistos los preceptos legales de general y pertinente aplicación al caso y en particular
-Se le tendrá por notificado a todos los efectos legales.
-Lo que se hace público para general conocimiento.

Clichés y muletillas se amontonan y ensartan unas con otras:

…el presente escrito surtirá efectos de… en el supuesto de que… participándole el derecho que le asiste en este caso, de conformidad con… de alegar por escrito, con aportación o proposición de las pruebas que considere… dentro del plazo.

La cuestión que aquí se plantea con el uso de muletillas y arcaísmos es que nadie hoy habla –ni escribe– así. Es decir, que con independencia de que el lenguaje administrativo sea –que lo es– un lenguaje especializado, con un léxico propio, el ciudadano no entiende lo que se le dice porque se le habla de manera extraña. Otro ejemplo de reliquia de la lengua de tiempos pasados lo tenemos en el futuro del subjuntivo. Aquí hay además de error, horror, una perla de las buenas:

Si la reposición de la infracción llevase aparejada una actuación del infractor, y éste no la realizare en el tiempo convenido, el Ayuntamiento […] podrá realizar dicha actuación […]. Esta actuación se podrá producir especialmente cuando se abandonare en la vía pública basuras, escombros, vehículos abandonados o cualquier otro objeto que ensuciare o entorpeciese la libre circulación.

(Ordenanza municipal).

En vez de realizare, mejor realizara o realizase (imperfecto de subjuntivo); en vez de abandonare, mejor abandone (presente de subjuntivo); en vez de ensuciare, mejor ensucie (presente de subjuntivo), y en vez de entorpeciese, entorpezca (presente de subjuntivo).

En el boletín oficial de una importante universidad de Madrid (16 de marzo de 2009), se nos explica mediante una interesante fórmula algorítmica la manera de distribuir sesenta plazas de catedrático en los departamentos que correspondan a los profesores acreditados, “según el orden decreciente del número N obtenido aplicando la fórmula:

N=R * {R/P} + 0,25 * Q
Donde: R es el número de sexenios reconocidos; P es el número de sexenios posibles y Q es el número de quinquenios reconocidos.
[…]
En todo caso, el valor máximo de {R/P} será la unidad.

Acepto soluciones. Gracias.

Electrificación no es electrocución

Va de avisos. Por lo de recuperar algunas cosas vistas en este pasado mes de agosto. Y que es bueno, pienso yo, no pasar por alto. Una auténtica joyita este aviso de Adif, con el indicativo del Ministerio de Fomento, publicado en el diario La Vanguardia. Cuatro párrafos sin desperdicio. Merece la pena destriparlo. Eso sí. Atención. Porque el anuncio es real. Por muy surrealista que parezca, ¡es auténtico!

Algunos redactores anónimos de la Administración perpetran disparates lingüísticos.

Título:

Electrificación

Sí. Este es el título. Lo puedes contrastar con la reproducción, aquí mismo.

Primer párrafo:

Puesta en tensión a 3.300 v. de los feeders de la nueva S/E eléctrica de Gualba.

¿Quién pone en tensión? ¿Qué son los feeders? ¿Qué significa S/E? ¿Dónde está Gualba?

Segundo párrafo:

A partir de las cero horas y un minuto del día 1 de agosto de 2012, deberán considerarse en tensión los conductores que conforman los nuevos feeders de alimentación a catenaria en la nueva subestación eléctrica de la estación de Gualba. Los nuevos conductores discurren por los postes de catenaria de las vías 1 y 2, entre los kilómetros 161+888 y 162+682.

En “deberán considerarse en tensión los conductores”, ¿es un aviso a los conductores? Y si no, ¿quién debe considerar en tensión? ¿A quién va dirigido el aviso? ¿Quiénes son los conductores? Sabemos, sí, que “conforman los nuevos feeders”, pero claro, volvemos al párrafo anterior. No sabemos qué son los feeders. “Alimentación a catenaria”; aquí sí: ¡falta el artículo! No averiguamos más de Gualba, aunque sí se nos explica que los “conductores discurren por los postes de catenaria” etcétera. Lo de “discurren” debe ser una concesión retórica. ¡Vamos! Que el redactor se sentía inspirado.

Tercer párrafo:

Cualquier contacto de las personas con los citados conductores, tanto directamente como mediante hierros, alambres u otras piezas metálicas, puede provocar la muerte por electrocución.

No sabemos todavía a qué se refiere con “los conductores” (ahora sí se ve que no son personas), pero sí que las personas que los toquen directa o indirectamente (tiene su gracia ese intento de precisión: “hierros, alambres u otras piezas metálicas”) pueden morir “por electrocución”. ¡Este es el mensaje! En el tercer párrafo.

Cuarto (y último) párrafo:

Lo que se advierte a todo el personal implicado en las obras de ejecución y al público en general.

Ya me imagino a “todo el personal implicado en las obrasleyendo ávidamente el aviso publicado en el periódico; eso sí, antes de ponerse al tajo. Luego, puede ser tarde. En cuanto a lo de “al público en general”, se ve que el redactor o redactora del anuncio tenía un día gracioso.

Sugerencia: Indicar al pie del anuncio o del aviso cuánto se ha gastado el correspondiente organismo público en su publicación.

N.B.: El símbolo de “voltios” (que no abreviatura) es “V” (mayúscula y sin punto).

P.D.: Me niego, por hoy, a entrar en más detalles. O sea, a explicar nada. Lo siento.

________

• Proyecto de Ley de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Buen Gobierno.

• R.D. 1465/1999, de 17 de septiembre, por el que se establecen criterios de imagen institucional y se regula la producción documental y el material impreso de la Administración General del Estado. En la exposición de motivos, II.1.

Lo que el Diccionario nos da, Rajoy nos lo quita (moscosos)

Pues eso, que ya estamos instalados en el acojonamiento. Si aquí recibimos [palos] todos, hoy, a los funcionarios, nos cae la del pulpo. Y encima, con recochineo. El Gobierno quita los moscosos (casi) y el Diccionario los pone, ahora, cuando van a dejar de usarse (un anacronismo), treinta años después de su instauración. Lo dicho: distintas voces, distintas velocidades.

Los empleados públicos se quedan sin moscosos y la RAE incorpora la palabra al Diccionario.

Los empleados públicos se quedan sin moscosos y la RAE incorpora la palabra al Diccionario.

Y ya puestos, me encuentro con que entre las novedades de la vigésima tercera edición del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), está lo de habitacional. ¿Te acuerdas de aquello de las soluciones habitacionales? Otro eufemismo (de la ministra Antonia Trujillo, en 2005) para definir las viviendas de 25 metros cuadrados (!), que tan buenos momentos (por aquello de los chistes) nos ha proporcionado.

Menos mal que por fin desaparecen tosco e inculto como sinónimos de rural. Una acepción que llevaba en el Diccionario desde 1925 y cuya supresión primero reclamaron los alumnos de un instituto de Tordesillas.

Más rápido ha reaccionado la RAE ante la del pulpo, incorporando riesgo de… crédito, … de interés, … de mercado, … de reinversión, … específico, … operativo, … país, … sistémico, … soberano. Lo mismo que prima de riesgo, que se incorporará en la 23ª edición.

Y ahora, nos queda confiar en que el presidente del Gobierno transaccione con la oposición para salir de esta.

Fórmulas cortesanas, arcaicas y pintorescas

Fórmulas arcaicas

En las comunicaciones de los ciudadanos con la Administración podemos encontrarnos fórmulas fosilizadas, que expresan un sentido reverencial.

A pesar de los pesares, a pesar de todas las campañas que se han hecho y que se hacen de formación para funcionarios y de difusión de la modernización del lenguaje administrativo, todavía aparecen —y lo que te rondaré— fórmulas arcaicas que expresan un sentido reverencial para la Administración. El documento administrativo de uso ciudadano por excelencia es la solicitud. Es el que la ciudadanía utiliza para comunicarse con la Administración. Muchas veces, casi siempre, se le ofrecen al peticionario formularios para que pueda rellenar. Estos formularios deberán estar escritos, de preferencia, en primera persona y, básicamente, en tres bloques: identificación del solicitante, con nombre y apellidos; exposición de los hechos (EXPONGO) y solicitud (SOLICITO). Termina con la firma, lugar y fecha, y destinatario al pie del documento.

Pero —¡atención!— todavía pueden aparecer textos infiltrados (fórmulas cortesanas, arcaicas o pintorescas) que deberemos descubrir y, en su caso, rechazar:

De expresión del solicitante en tercera persona:
  • El que suscribe
  • El abajo firmante
De aproximación:
  • Ante V.I. acude
  • Ante V.I. comparece
  • Ante V.I. recurre
De respeto:
  • Y respetuosamente
  • Y con el debido respeto
  • Y con todo respeto
  • Y con el mayor respeto
De exposición:
  • Tiene el honor de exponer
Cautelar:
  • Que creyendo reunir
  • Que estimándose comprendido
De conexión:
  • Es por lo que
  • Es causa por la que
  • Por todo lo cual
  • En su virtud
  • En mérito de lo expuesto
De petición:
  • Suplica a V.I.
  • Suplica encarecidamente
  • Respetuosamente suplica
Dignación:
  • Se digne admitir
  • Tenga a bien conceder
De merced:
  • Gracia
  • Es gracia
De expectación o confianza:
  • Que no duda alcanzar
  • Que espera merecer
  • Que desea alcanzar
De apelación de las cualidades del destinatario:
  • De la bondad de V.I.
  • De la reconocida bondad de V.I.
  • Del recto proceder de V.I.
De salutación final:
  • Cuya vida guarde Dios muchos años
  • Dios guarde a V.I. muchos años
Indicación del destinatario:
  • Ilmo. Sr.
[Adaptación de las fórmulas de ritual, publicadas por Blanco de Tella (1968) en Documentación Administrativa, 122, 73-78].

¿Existirán todavía estas fórmulas fosilizadas? Quiero creer que no.

Ilmo. y Excmo., ¿sí o no?

Tratamientos honoríficos

La utilización de tratamientos honoríficos en los documentos administrativos no es un requisito. (Ilustración: COSTA, con ClipArt ETC)

La utilización de tratamientos honoríficos en los documentos administrativos no es un requisito. Su uso se restringe hoy a los casos de máxima representación pública y a los documentos de carácter protocolario. La modernización del lenguaje administrativo nos obliga. El Manual de Documentos Administrativos (2003) lo recoge así:

Se suprimirán todo tipo de tratamientos y fórmulas honoríficas en el texto o cuerpo de los documentos, así como sus abreviaturas (V. I., V. E.). Únicamente podrán mantenerse los más corrientes don y señor y sus equivalentes femeninos cuando se utilicen delante de nombres y apellidos.

Por ejemplo, ya no escribiremos expresiones del tipo: «Se ha enviado al Ilmo. Sr. Secretario General de la Consejería de Presidencia un amplio informe sobre…«. Pero sí podremos escribir esto: «Se ha enviado al señor secretario general de la Consejería de Presidencia…«. Y tampoco: «Para su conocimiento, remito a V. I., copia de…«. Lo podremos sustituir por: «Para su conocimiento le remito copia de…«.

El Código de Buen Gobierno (BOE del 7 de marzo de 2005), en el punto 8 del apartado tercero, Principios de conducta, dice:

El tratamiento oficial de carácter protocolario de los miembros del Gobierno y de los altos cargos será el de señor/señora, seguido de la denominación del cargo, empleo o rango correspondiente.

Y la Ley Orgánica 4/2007, que modifica la LOU (BOE del 13 de abril), señala en su disposición adicional decimotercera:

Las autoridades universitarias recibirán el tratamiento de señor o señora, seguido de la denominación del cargo. Los rectores de las universidades recibirán, además, el tratamiento académico de Rector Magnífico o Rectora Magnífica.

Por cierto, que aquí nos enteramos de algo que conviene subrayar. Lo de Magnífico no es honorífico (perdón por el pareado); lo de Magnífico es tratamiento académico y va asociado a la condición de rector como cargo. De modo que nos ahorraremos lo de, por ejemplo, «contra la presente resolución podrá interponer recurso ordinario ante el Excmo. Sr. Rector«. Y sí podremos escribir: «…recurso ordinario ante el señor Rector Magnífico«. Y para nada: «… ante el Magfco. y Excmo. Sr. Rector«, más frecuente de lo que parece a simple vista.

Adenda de abreviaturas:

  • Excmo. /Excelentísimo
  • Ilmo. /Ilustrísimo
  • V. I. /Usía Ilustrísima
  • V. E. /Vuestra Excelencia
  • Magfco. /Magnífico

Razones de respeto

Little King

Los sustantivos que designan dignidades y cargos deben ir en minúscula. (Ilustración: The Little King, de Otto Soglow).

En la Administración es costumbre que los títulos y cargos vayan siempre en mayúscula inicial. Así: el Rey, la Reina, el Papa, Presidente, Ministro, Secretario de Estado, Director General, Rector, etcétera. Sin embargo, lo habitual fuera del ámbito público, es que los cargos se escriban en minúscula y las instituciones, con mayúscula: «El presidente del Congreso conversa en el hemiciclo con el presidente del Gobierno«. La nueva Ortografía recomienda cambiar la costumbre administrativa (4.2.4.1.6) para que títulos y cargos se escriban con minúscula.

Aunque, por razones de solemnidad y respeto, se acostumbra a escribir con mayúscula inicial los nombres que designan cargos o títulos de cierta categoría en textos jurídicos, administrativos y protocolarios, así como en el encabezamiento de las cartas dirigidas a las personas que los ocupan u ostentan, se recomienda acomodarlos también en estos contextos a la norma general y escribirlos con minúscula.

Deben ir con minúscula, por tanto, los sustantivos que designan títulos nobiliarios, dignidades y cargos (ya sean civiles, militares, religiosos, públicos o privados), así se trate del mismísimo rey, de la reina o del papa.

Lo mismo ocurre con los tratamientos (4.2.4.1.5), tanto los que preceden al nombre propio (don, doña, fray, sor, santo/-a), como los que pueden utilizarse sin él (usted, señor/-a, doctor/-a, licenciado/-a, excelencia, señoría, reverendo/-a, etcétera).

Aunque en el pasado se han escrito habitualmente con mayúscula inicial por motivos de respeto, práctica que aún pervive en documentos oficiales y textos administrativos, todos ellos son adjetivos o nombres comunes, por lo que no hay razón lingüística para escribirlos con mayúscula«.

La indicación se suaviza, no obstante, si se trata de las más altas dignidades (su santidad, su majestad, su excelencia): «La mayúscula inicial es admisible solo si el tratamiento no va seguido del nombre propio de la persona a la que se refiere». Por ejemplo: «La recepción a Su Santidad será en el palacio arzobispal«. Pero: «La recepción a su santidad Benedicto XVI será en el palacio arzobispal«.

La sesión, dirigida por su majestad el rey Felipe VI, ha contado con la presencia del ministro de Educación…

Del «auxiliar técnico de clasificación y reparto» al «oferente de empleo»

Cartero

El auxiliar técnico de clasificación y reparto (antes, cartero), en plena tarea. (Ilustración: OpenClipArt).

¿Alguien entiende qué significa eso de «oferentes de empleo«? La noticia se publicó hace unos días: «Griñán cambia el nombre a los parados por el de oferentes de empleo«. Según el diccionario, oferente es aquel que ofrece. Así que para el gobierno de la Junta de Andalucía el parado, que antes buscaba empleo, ahora lo ofrece (!). ¿Estamos ante otro ejemplo de enmascaramiento? ¿De cambiar el nombre a las cosas para despistar?. Todos tenemos muy clarito, por desgracia, lo que es un parado. ¿Pero esto de un oferente de empleo?

Por otra parte, es moneda corriente en el lenguaje administrativo la inflación de las palabras. Se sustituyen las palabras por sus definiciones, las frases se alargan y ya no se entiende nada.

Lo habitual en el lenguaje de la Administración pública es que no se utilicen las palabras del diccionario, sino las definiciones de las palabras del diccionario. De ahí que muchos decretos, órdenes y disposiciones se conviertan en verdaderos dameros malditos, donde hay que descubrir significantes a partir de los significados, que es exactamente la operación inversa a la que estamos acostumbrados a hacer para interpretar un mensaje.

Salvador, Gregorio (1990): «Observaciones sobre el lenguaje de la Administración pública», en EPOS, 6; p. 125.

Así, al Cuerpo de Bomberos se le llama Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento (SEIS); a los carteros, auxiliares técnicos de clasificación y reparto; a los vagabundos, personas en situación de precariedad con riesgo de exclusión social o económica, y a los chupa-chups, o chupachús, azúcares aromatizados con asidero de madera [sic].

Algunas sustituciones son una auténtica desgracia: profesor de EGB (maestro). Otras son, simplemente, de risa: segmento de ocio (recreo). Otras, quieren ser de lenguaje respetuoso: persona con problemas de salud mental (perturbado o loco). Otras son un abuso del lenguaje: habrá de poderse admitir (se admitirá).

Razones de cortesía pueden obligar al empleo de algunos eufemismos. Ante motivos políticos, podemos hablar de intereses espurios. En todos los casos, los alargamientos dificultan la comprensión y oscurecen los mensajes.

El vicio del copia/pega o «todo vale para el convento»

Hombre en un sombrero

El «amaneramiento marcado», como razones de exclusión en unas oposiciones, que se repiten y repiten en boletines y gacetas oficiales sin que, por lo visto, nadie se entere. (Ilustración: ClipArt ETC con COSTA).

El Ayuntamiento de Ponferrada (León) ha suspendido las oposiciones para cubrir tres plazas de bombero. El problema es que se ha detectado en la convocatoria (BOCYL del 19 de agosto de 2010) que entre las exclusiones médicas estaban las de «amaneramiento marcado«. También otras como «perversiones sexuales, exhibicionismo paidofilia (sic), necrofilia, etc.«. Merece la pena echarle un vistazo a la lista de 185 exclusiones que aparecen en el Anexo II de la convocatoria citada. Algo mejor escrita está la Orden de 22 de septiembre de 1983 para las pruebas de acceso al Cuerpo de Policía Nacional (BOE del 1 de octubre), en la que constan 189 exclusiones médicas, pero sin errores de puntuación ni de uso de mayúsculas o minúsculas y que firma el ministro José Barrionuevo. ¿Qué ha pasado entre 1983 y 2010? Pues que hasta donde he podido ver, ese mismo texto −mal copiado, eso sí−, ha servido para cubrir plazas de bombero en ese municipio en los años 2001, 2002 y 2004; también para cubrir plazas en la Policía Local de León, en 2004 y parece que también en alguna otra localidad de la provincia leonesa. Como dice el refrán: «Todo vale para el convento«.

Evidentemente estamos ante uno de los vicios (y nunca mejor dicho) del más rancio estilo administrativo. Aquel que consiste en copiar y pegar textos, sin atender a lo que dicen y que, como en el milagro de los panes y los peces, se multiplican por toda clase de boletines oficiales en ayuntamientos, comunidades autónomas, Gobierno de España, y así.

Por cierto, que para el lector inteligente (como en aquella Codorniz que tanto añoramos), vale esta perla: el dignísimo Cuerpo de Bomberos de toda la vida se llama ahora Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento (SEIS). ¡Tooomaa! ¡Tooomaa!

«Adjunto remito» o el adjetivo oficinesco

Mensajería 4

«Le envío en archivo adjunto«, mejor que «adjunto remito archivo…». (Ilustración OpenClipArt).

Redundancia innecesaria. La palabra adjunto es un adjetivo que significa «que va o está unido con otra cosa» (DRAE). Su uso es muy habitual en los comunicados de la Administración: «Adjunto remito el informe solicitado«. En este caso se le da un uso adverbial y por lo tanto invariable: «Adjunto se envían fotocopias«. No es incorrecto, pero es mejor decir: «Le envío el informe que me ha pedido» o «les enviamos en archivo adjunto [aquí, sí] las fotocopias del expediente«, o «les enviamos fotocopias adjuntas«.