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El sexismo, como se indica en la segunda acepción de la 22. ª ed. del DRAE (2001), consiste en la “discriminación de personas de un sexo por considerarlo inferior a otro”. Predomina en aquel discurso en el que se oculta o discrimina a alguno de los sexos. Para que el lenguaje se acomode a la realidad social disponemos de algunos recursos con los que evitar el sexismo en el lenguaje administrativo :
1.
Las normas gramaticales y estilísticas son compatibles con un uso no sexista de la lengua. En este sentido hay recursos morfosintácticos y léxico-semánticos para evitar el uso sistemático del masculino genérico. Así, se pueden alternar algunas opciones como sustantivos no marcados (la persona o las personas, por el hombre o los hombres) o colectivos (el vecindario, por los vecinos; el personal funcionario, por los funcionarios). También son posibles los desdoblamientos del tipo: el abonado o la abonada…, los profesores y las profesoras… Podemos aceptar el uso masculino de la terminación cuando se refiera de forma abstracta a una determinada categoría profesional o funcionarial (…debidamente compulsada por el funcionario público autorizado para ello…). Pero, cuando tal referencia genérica se concrete en sujetos particulares se tendrá en cuenta para adoptar las formas de femenino o de masculino (…en la compañía de autobuses hay cinco conductoras y veintitrés conductores…).
2.
Las denominaciones de cargos se utilizarán en femenino cuando sea el caso ante una persona concreta. Así, si un cargo está ocupado por una mujer, la denominación de su puesto se hará en femenino: inspectora, directora, interventora, etcétera. Gramaticalmente no existen sustantivos invariables: el grado de aceptación de gerenta o conserja (tradicionalmente gerente o conserje) lo determinarán los cambios en la realidad social y el consenso de la comunidad de hablantes. Algunas mujeres prefieren utilizar la forma masculina para designar su cargo o profesión; si la persona a la que nos dirigimos ha expresado su preferencia por utilizar el tratamiento en masculino, ésta debe respetarse.
3.
En el caso de nombres de profesiones, oficios y titulaciones que se perciban como excluyentes se emplearán términos genéricos o vocablos no marcados: La tripulación de vuelo… (y no: Los pilotos y las azafatas…); El personal médico de Urgencias atendió a los primeros heridos (y no: Los médicos y las enfermeras de Urgencias atendieron…); El personal de limpieza actuó con celeridad en la huelga de Metro (y no: Las mujeres de la limpieza actuaron con celeridad…).
4.
Cuando los documentos administrativos citen a personas con nombres y apellidos se adecuarán al masculino o femenino en función de que sea hombre o mujer. Cuando se trate de formularios, donde no es posible conocer a priori el sexo de las personas, se utilizarán dobletes mediante barras del tipo el/la alumno/-a… Es absolutamente incorrecto, sin embargo, colocar la fórmula D./D.ª delante del nombre de una persona en un documento administrativo.
5.
Podemos utilizar el desdoblamiento al comienzo de un texto dirigido a un colectivo (como en una circular o en un comunicado), que, además, siempre irá en singular, pues el lector es uno: Querida compañera, querido compañero… Luego, y en el resto del texto, no son necesarios los desdoblamientos sistemáticos, pues entorpecen la lectura.
6.
Ninguna razón hace preferible, con carácter sistemático, el uso del masculino sobre el femenino cuando se hace mención expresa de ambos sexos:
– Nombre de la madre… Nombre del padre…
– Electores… Mujeres… Varones…
– Madre, padre o representante legal…
– Apellidos y nombre de la madre…; apellidos y nombre del padre…
7.
Se utilizarán los tratamientos señora y señor para hacer referencia a una mujer o a un hombre, con independencia de su estado civil. El tratamiento de señorita se utilizó tradicionalmente para hacer referencia al estado civil de soltera de una mujer y en contraposición a la expresión señora, para denominar a una mujer casada. Nunca se utilizó de un modo simétrico al término señorito para aludir a un hombre soltero. Los tratamientos doña (para la mujer) y don (para el hombre), con sus correspondientes abreviaturas, son siempre adecuados cuando se especifique el nombre de la persona.
8.
Será preciso eliminar cualquier fórmula que identifique a la mujer a través del hombre. Así, habrá que evitar el tratamiento señora de… [apellido]. Del mismo modo será preciso eliminar expresiones aún utilizadas en determinados textos administrativos como: D. … y su esposa D.ª … que responden a un modelo estereotipado en el cual la mujer aparece como “posesión” del hombre: Ante mí comparecen D. Luis Garcia […] y su esposa D.ª Petra Morales… Cuando lo correcto sería: …comparece el matrimonio formado por D. Luis Garcia y D.ª Petra Morales.
9.
En ningún caso es correcto el uso de la arroba (@) para expresar simultáneamente las formas de masculino y femenino, porque no es un signo lingüístico y no permite su lectura. Por ejemplo, en Día del niñ@ la contracción del solo es válida para el masculino niño.
10.
Un lenguaje neutral tiene más posibilidades de ser aceptado por los usuarios si es natural y discreto. Deben buscarse alternativas neutrales e inclusivas genuinas, en lugar de expresiones que se presten a controversia. Sería el caso, por ejemplo, de “Cada miembro [sustantivo epiceno] de la Comisión recibirá el informe…”, preferible a “Todas y todos los miembros de la Comisión recibirán el informe…”.
Hola, tengo dos hijas y en las notas que envía la escuela utilizan solo el masculino para referirse tanto a los niños como a las niñas. Mi tendencia natural es la de corregir el texto y incluir el femenino,pero me ha sorprendido que en la última nota han puesto el siguiente pie de página:
REFERENCIA DE GÉNERO: Las menciones al genero masculino se entenderán aplicables también a su correspondiente femenino.
¿Como puedo responder ante esto?
Gracias, Montse, por tu comentario. Es un apunte muy interesante el que haces. Esa nota a pie de página que citas no es nueva ni es algo raro o sorprendente. No es la primera vez que la veo. El objetivo es advertir al lector de que el uso del masculino genérico no pretende ser exclusivo (se refiere solo a los hombres), sino inclusivo (válido para hombres y mujeres). Es una forma de evitar reclamaciones por este asunto. Y tiene sentido si aceptamos que el sexismo no está en el lenguaje, sino en el uso que hacemos del lenguaje. Te pongo un par de ejemplos sacados de un reciente artículo de Alex Grijelmo, en el diario El País (https://goo.gl/iL18dH):
Si una amiga nos dice «mis padres no están» y yo sé que sus padres son un hombre y una mujer, la palabra «padres» los representa a ambos y no cabe invisibilidad alguna de la madre.
Otro ejemplo del mismo artículo:
La final de Copa de rugby masculino, disputada el pasado 30 de abril, fue arbitrada por la granadina Alhambra Nievas, que está considerada «el mejor árbitro del mundo». Y al decir «Alhambra Nievas es el mejor árbitro del mundo», estamos dándole un papel preponderante no solo entre las mujeres sino también entre los hombres. El masculino genérico no la hace desaparecer, sino que agranda su importancia. Por tanto, como sostienen las profesoras feministas Aguas Vivas Catalá y Enriqueta García Pascual, no se debe confundir la ausencia con la invisibilidad.
Comparto contigo que hay que estar vigilantes ante posibles discriminaciones por razón de sexo, pero como bien se destaca en ese artículo, cuya lectura es muy recomendable para clarificar ideas, «No es sexista la lengua, sino su uso».
Un saludo cordial.