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Andaba yo el verano pasado con unos amigos de excursión por la provincia de Guadalajara y me encontré en la visita a un pintoresco pueblecito con una Nota informativa del Ayuntamiento. Curioso como soy, me detuve a leerla… Y, ¡sorpresa!, tras unas exposiciones normativas y la advertencia a los vecinos del «deber y obligación» [redundancia innecesaria] de mantener sus propiedades en «condiciones de seguridad«, referido a «algunos inmuebles urbanos«, el alcalde se despide así:
Si tienes alguna duda al respecto, acude al Ayuntamiento.
Así, con proximidad y confianza. ¡Hombre! Estaremos de acuerdo en que en los documentos administrativos hay que usar un lenguaje llano, pero no –y en ningún modo– coloquial.
Recuerdo ahora un artículo sin desperdicio del académico Gregorio Salvador en el que advertía sobre la pérdida de ciertos formulismos en los documentos administrativos:
[…] Por eso una alumna de mi Facultad, que tuvo que dirigirme una instancia […], como director que yo era entonces del Departamento, tras mucho Ilmo. Sr. y mucho expone y mucho suplica, concluía de este sorprendente modo: «Muchos besos de Estrella«.
«Observaciones sobre el lenguaje de la Administración Pública», en EPOS (1990), 6, p. 120
Está bien la supresión de las fórmulas de salutación y despedida en los documentos administrativos (art. 2.2. de la Orden de 7 de julio de 1986). Pero es necesario redactarlos en «un nivel de lenguaje culto, pero accesible para el ciudadano medio, de manera clara, precisa y sencilla» (Directrices de técnica normativa, 101, en la Resolución de 28 de julio de 2005).
Lenguaje llano y sencillo, sí. Pero en el lenguaje administrativo siempre es obligado un registro formal.