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El correo electrónico es peligroso. No me refiero a un daño físico, claro está. Pero tiene sus riesgos, y si no sabemos preverlos nos podemos meter en un buen charco.
Uno de los riesgos viene de nuestra prisa: ¡qué fácil es darle a Enviar!
—¡Maldita sea, no quería poner eso!
Otro riesgo viene de su carácter. El correo electrónico es comunicación escrita… ¿seguro? La comunicación escrita no se hace cara a cara. Bien. Pero en la comunicación escrita suele haber una gran distancia temporal entre los interlocutores. Aquí cambia la cosa. La inmediatez, característica de la comunicación oral, nos desconcierta y perdemos pie. En la comunicación oral podemos corregir sobre la marcha nuestras palabras. En la comunicación escrita eso es más complicado, porque no podemos borrar lo que ya hemos escrito y enviado. Y es que el riesgo, efectivamente, está en que el correo electrónico tiene las características de la comunicación escrita, pero también unas cuantas de la comunicación oral. Por ejemplo, tiende a la informalidad. Y a la ambigüedad.
En el registro formal, que es donde está el lenguaje administrativo, no son admisibles saludos del tipo ¡Hola, qué tal!, ni despedidas del tipo Besos. Es más. Estamos obligados al uso correcto de la puntuación y de la acentuación; a una expresión culta, con un vocabulario rico: a la precisión en el lenguaje. Correo electrónico no es sinónimo de informalidad.
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son de mucha ayuda los comentarios realizados a qui muchas gracias
Cuanta razón tienes Javier, y gracias a tus enriquecedores comentarios y sabios consejos, estoy aprendiendo a pensar las cosas dos veces y no «meterme en tantos charcos».
Gracias por tu blog.