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Ese carácter esotérico, críptico, más propio de una especie de sociedad secreta, que adquiere a veces el lenguaje administrativo se manifiesta especialmente en fórmulas y muletillas. Los funcionarios escriben para los funcionarios. Y el ciudadano, verdadero y último destinatario de los mensajes de la Administración, se convierte en un ente ajeno. Esto viene de lejos, de cuando la actitud administrativa era graciable, porque había súbditos y no ciudadanos. Las fórmulas de entonces son hoy expresiones fosilizadas, arcaísmos administrativos. Y el caso es que ahí están. Vivitas y coleando.
Consulto al oráculo Google la frase “para su conocimiento y demás efectos” y me lanza de primeras un oficio del año 2006 de la Junta de Andalucía que comienza así: “Para su conocimiento y efectos oportunos”, un ejemplo muy extendido de arcaísmo administrativo. Vale lo de “para su conocimiento”, aunque innecesario, porque va de suyo; pero es que lo de “efectos oportunos” o “demás efectos” tiene algo de enigmático, incluso de inquietante. Se trata de una fórmula-cliché, que se coloca sí o sí para marcar territorio, que sobra.
Y en este modelo de plantillas amoldables a todas las circunstancias, el Manual de estilo del lenguaje administrativo (MELA 1997: 142) nos trae algunos ejemplos:
-Y para que así conste y a petición del interesado…
–De conformidad con lo establecido en el presente Reglamento…
–Es por lo que… se le notifica…
-Contra esta resolución cabe interponer recurso de…
-Vistos los preceptos legales de general y pertinente aplicación al caso y en particular…
-Se le tendrá por notificado a todos los efectos legales.
-Lo que se hace público para general conocimiento.
Clichés y muletillas se amontonan y ensartan unas con otras:
…el presente escrito surtirá efectos de… en el supuesto de que… participándole el derecho que le asiste en este caso, de conformidad con… de alegar por escrito, con aportación o proposición de las pruebas que considere… dentro del plazo.
La cuestión que aquí se plantea con el uso de muletillas y arcaísmos es que nadie hoy habla –ni escribe– así. Es decir, que con independencia de que el lenguaje administrativo sea –que lo es– un lenguaje especializado, con un léxico propio, el ciudadano no entiende lo que se le dice porque se le habla de manera extraña. Otro ejemplo de reliquia de la lengua de tiempos pasados lo tenemos en el futuro del subjuntivo. Aquí hay además de error, horror, una perla de las buenas:
Si la reposición de la infracción llevase aparejada una actuación del infractor, y éste no la realizare en el tiempo convenido, el Ayuntamiento […] podrá realizar dicha actuación […]. Esta actuación se podrá producir especialmente cuando se abandonare en la vía pública basuras, escombros, vehículos abandonados o cualquier otro objeto que ensuciare o entorpeciese la libre circulación.
(Ordenanza municipal).
En vez de realizare, mejor realizara o realizase (imperfecto de subjuntivo); en vez de abandonare, mejor abandone (presente de subjuntivo); en vez de ensuciare, mejor ensucie (presente de subjuntivo), y en vez de entorpeciese, entorpezca (presente de subjuntivo).
En el boletín oficial de una importante universidad de Madrid (16 de marzo de 2009), se nos explica mediante una interesante fórmula algorítmica la manera de distribuir sesenta plazas de catedrático en los departamentos que correspondan a los profesores acreditados, “según el orden decreciente del número N obtenido aplicando la fórmula:
N=R * {R/P} + 0,25 * Q
Donde: R es el número de sexenios reconocidos; P es el número de sexenios posibles y Q es el número de quinquenios reconocidos.
[…]
En todo caso, el valor máximo de {R/P} será la unidad.
Acepto soluciones. Gracias.
A los jefes de los Departamentos, se les ha dado por escribir al final de las notas la siguiente frase «y para los efectos legales consiguientes «…, atentamente.
que significa esa frase y si esta bien empleada?
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¡Los comentarios precedentes resultan muy enriquecedores! Apuesto por menos «jerga» y más claridad. «Lo que someto a cualquier otro mejor criterio, fundado en derecho! Gracias, profesor Badía. Fco Glez.
No quisiera parecer contemporizador (¡menuda palabrita!), pero me parece que en lo sustancial estamos todos de acuerdo. Eso sí, parece que hay cuestiones de matiz, pero solo cuestiones de matiz.
Primero: el lenguaje administrativo es el lenguaje con el que la Administración se comunica dentro de la propia Administración y con el ciudadano. El lenguaje claro facilita esa comunicación.
En segundo lugar es un lenguaje especializado, con un léxico propio. Eso quiere decir que hay palabras con un significado propio y que no se pueden evitar, aunque puedan resultar incomprensibles.
Tercero: no puede ser nunca un lenguaje vulgar, tiene que ser culto, pero accesible al ciudadano medio.
Cuarto: fórmulas, sí, porque estructuran el documento, pero solo cuando cumplan esa función. Muletillas y frases hechas que solo sirven para rellenar o para dar pompa, no.
Y no quiero seguir, porque no es cosa de hacer otra entrada del blog cuando solo es un comentario. ¡Gracias por vuestras reflexiones!
Al decir que los escritos administrativos deben tener un cierto rasgo de solemnidad, lo que quiero manifestar es que el lenguaje utilizado no debe ser tan llano que pueda resultar vulgar, hay ciertos tecnicismos que no creo que deban omitirse, por ejemplo, «interponer un recurso» podría cambiarse por presentar un recurso, poner un recurso o simplemente recurrir pero técnicamente lo correcto es «interponer un recurso» y el administrado seguro que lo entiende perfectamente aunque en el lenguaje verbal normalmente se emplea más la frase «puede recurrir» en vez de «puede interponer un recurso». Otro ejemplo: «deberá cumplimentar» en vez de rellenar, en el lenguaje verbal solemos decir, rellene este impreso mientras en el lenguaje escrito decimos «deberá cumplimentar», podría seguir poniendo ejemplos pero creo que la idea que quiero transmitir se entiende.
Escribir todos los días de las mismas cosas lleva necesariamente a utilizar un código especializado que se habrá ido sedimentando durante el tiempo. Esto es así cuando ese lenguaje se repite día tras día -porque no es cuestión de escribir Guerra y Paz a diario- por economía y por eficacia. Hay una razón «darwiniana» detrás de esas palabras rígidas y extrañas al uso normal, que han sobrevivido al paso de los años porque, como bien dices, son funcionarios comunicando con funcionarios. Hay también otra causa adicional que fuerza al uso de este código y es que cada palabra y oración escrita en el ámbito de lo público tiene efectos administrativos y legales y hay miedo de meter la pata si uno se sale de la norma, «que para eso está», además de «para su general conocimiento».
Saludos,
Comparto lo expresado, aunque algunos ejemplos de los que usted menciona se utilizan especialmente en los documentos de caracter jurídico. Es muy cierto, pero antes que ocuparnos de la modernización del «estilo», se debería enseñar a redactar y si a eso le sumamos los errores ortográficos ….. como dicen los chicos: «estamos en el horno». En mi juventud, trabajé como secretaria del departamento comercial de una empresa, cuyo subgerente general era muy exigente con la redacción de la correspondencia. En esa época no había computadora, solo máquina eléctrica. Entonces, había que hacer con carbónicos la copia que quedaba archivada. Pero con una copia extra en papel amarillo que la denominábamos «copy file». El bibliorato con esas copias, se lo teníamos que dejar todos los lunes sobre su escritorio. Revisaba una por una y nos devolvía el bibliorato con todos los errores de expresión que habíamos cometido, si ameritaba, nos llamaba y lo conversaba personalmente. Así, uno aprende. Pero los tiempos son otros ….., lamentablemente.
Estoy de acuerdo en que en muchas ocasiones se abusa de fórmulas y muletillas en los escritos administrativos pero se tiene que tener cuidado de no hacer un giro de 180º y derivar en un lenguaje vulgar, los escritos administrativos deben tener un cierto rasgo de solemnidad.
¿Deben tener «un cierto rasgo de solemnidad»? Me gustaría que aclarara el motivo en el cual se fundamenta. ¿Será acaso una simple continuidad de usos y costumbres que nadie se atreve a cambiar? Un documento bien escrito y claro, despojado de elementos superfluos, no necesariamente contiene un lenguaje vulgar. ¿O es que acaso los documentos administrativos cumplen con otra función diferente que comunicar algo?